¡Betún de Judea no cree ni en sí mismo!
Establecer los límites del humor es como el arte moderno, todo el mundo se ve capacitado para hacerlo. Pero en realidad es un debate extenso y complicado que incluso se incluye a sí mismo a través de la pregunta "¿Quién dijo que el humor tuviera que tener límites?"
Al ser el humor transversal a todo lo demás, y todo lo demás ser potencial objeto de sátira, se hace eterna la duda de hasta dónde podemos llegar con nuestros chistes. Y ni siquiera hace falta entrar en la concurrida zona del humor negro para enzarzarnos en discusiones porque ni lo abstracto, como la fe, está a salvo de esa clasificación entre el buen y el mal gusto.
Lo malo es cuando este debate no se hace con rigor, sino de un modo sesgado, desde nuestro lado de la frontera, porque entonces las barreras se moverán según el ojo del que mire y sólo quedará la pueril pataleta.
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