martes, 8 de marzo de 2016

Inevitable


¡Betún de Judea tropieza siempre, aunque no haya piedra!

Nostalgias aparte, por más que hayamos sido sabiamente aconsejados, una y otra vez caemos en los mismos errores. Con otros nombres, formas, caras y colores pero, básicamente, los mismos errores. Es un hecho.
Pero, ¿y qué problema hay?
Tanto aprender de lo vivido, tanto seguir indicaciones... nos lleva a prejuzgar, dar por sentado e infravalorar nuestro entorno. ¿Dónde quedaría entonces la emoción? La capacidad de sorpresa se vería reducida a una mera anécdota porque de todo vendríamos resabiados.
Nada, nada. Hay que saltar sin mirar, vivir en un castillo flotante y cometer los mismos errores para, entre otras cosas, no perdernos el oír esa hermosa sentencia: 
"Es que no aprendes, ¿eh?"


Dedicado a Lozano, y su eterna preocupación por las cucharas de mis colacaos...

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