No nos reímos de Betún de Judea... ¡ni con él tampoco!
La sinceridad ante todo.
No hay que reírse de la gente: queda feo. Pero, a veces, por más que lo intentamos no hay manera de hacerlo con ellos y es inevitable soltar la risotada que nos causan los otros por sí mismos. Somos crueles y despreciables sí, pero, ¿qué le vamos a hacer?
Mientras se nos ocurre cómo evitar estos deslices, estas momentáneas bajadas a los infiernos, al menos seamos honestos y no mintamos al ser que motiva nuestra risa ni a nosotros mismos. Digamos abiertamente, quitándonos las lágrimas de la cara que nos ha provocado la carcajada: "Estoy trabajando para acabar con todo esto y ser mejor persona pero, por ahora, sí. Me estoy riendo de ti."
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