¡Betún de Judea no se fía ni de su sombra!
Tendemos a sospechar, a no confiar en nuestros semejantes. Miramos con los ojos achinados y el ceño fruncido sin acabar de creer nada del todo. Estamos constantemente a la defensiva de las mentiras, los trucos, las informaciones maliciosas y todo aquello que nos quieran meter doblado.
Con lo sencillo que sería dejarse llevar, decir a todo que sí, no buscarle un porqué a las cosas y que otros sean los que se preocupen de que todo marche. Con lo fácil que sería no desconfiar, aparcar en el hueco que nos dejan libre sin preguntar ni cuestionar nada.
Hay mucha gente que lo hace y según cuentan no les va tan mal.
Y yo no lo pongo en duda...
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