¡Betún de Judea lleva ventaja!
Pasamos con él algunos de los mejores años de nuestra vida, siempre a la sombra del desnudo erizo rosa, maravillados con su sombrero de paja y sus expresivas cejas. Y aún así nunca nos preguntamos de dónde venía su nombre, sin sospechar que su afición al deporte, su virtuosismo con la pala y su agilidad ante la mesa de ping pong eran los creadores del apodo con el que lo conocíamos.
Muchos, equivocados, lo llamaron Don Pimpón, porque no supieron ver el atleta de perfectos reflejos que escondía el orondo personaje. Vaya aquí un homenaje al campeón de devolver pelotas, el mejor jugador de todo Barrio Sésamo. Larga vida a Don Ping Pong.
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