¡Betún de Judea guiña un ojo!
Ante lo que muchos ven como un agravio comparativo o una falta de igualdad, otros ven una práctica habitual y normalizada que desemboca en privilegios, enchufismos o concursos a dedo.
Pero, ¿quién no tiene favoritismos? ¿Es que somos imparciales? ¿Es que lo mismo nos da carne que pescado, o playa o montaña, o un actor que otro, o una marca de cerveza que la de la competencia? ¿Nos es indiferente el partido político que votamos, el tipo de ropa que usamos o quién nos vaya a cortar las puntas? No. Somos parciales. Tenemos preferencias y lo mejor es quitarnos esta careta de corrección política y dar paso a una época deliberadamente favoritista.
Desde los miembros de un Tribunal de Oposiciones o los técnicos que elaboran las listas de espera de la Seguridad Social, hasta las madres que (cínicas) aseguran que quieren a sus dos hijos por igual.
¡Hay que mojarse!
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